viernes, 24 de septiembre de 2010

...se lo lleva la corriente (Relato inacabado....o no)

El río se enamoró de Diandra una templada mañana de Abril, cuando ella se inclinó sobre su superficie cristalina para mojarse la cara. El río sintió el reflejo y el tacto de su piel blanca, sus ojos violetas, su largo pelo negro, y lo retuvo entre sus aguas para recordarla. Aquel fue su primer beso.
Luego, ella se despojó de su humilde vestido, y se metió desnuda en el agua del río. El río tocó todo su cuerpo, recorriendo con sus aguas los rincones más íntimos de sus curvas y despojándola de todo lo que la separaba de su auténtico olor, que él también atesoró en su corriente. Aquella fue la primera vez que la hizo el amor.

En los distintos tramos del río bailó con su reflejo y con su esencia, llevándolo en su superficie unas veces de modo tranquilo, otras más enérgico en los rápidos, donde nunca dejó que la espuma alterara el reflejo de la mujer que le enamoró.

Pero un día, la corriente que llevaba el reflejo y el perfume de Diandra llegó al mar, y el río no pudo retenerlos. Porque la naturaleza de las aguas de los ríos es morir en los mares, y la del Amor no es la eternidad.

viernes, 17 de septiembre de 2010


"Dejemos a los amantes y a esas imaginaciones ardientes, a esas extravagantes fantasías que van más allá de lo que la razón puede percibir. El loco, el amante y el poeta son todo imaginación: el loco, ve más demonios de los que el infierno puede contener; el amante, no menos insensato, ve la belleza de Helena en la frente de una gitana; la mirada del ardiente poeta, en su hermoso delirio, va alternativamente de los cielos a la tierra y de la tierra a los cielos; y como la imaginación produce formas de objetos desconocidos, la pluma del poeta los transforma y les asigna una morada etérea y un nombre. Los caprichos de una imaginación alucinada son tales, que si le ocurre a ésta sentir un acceso de alegría, encarga a un ser de su creación que sea el portador; o si en la noche se forja algún miedo, ¡con cuánta facilidad toma un zarzal por un oso!


William Shakespeare, "Sueño de una noche de verano", acto V escena 1.