martes, 14 de agosto de 2007

Éxtasis sangriento


Para Iki

Un viejo cuentacuentos que oí en una taberna contaba la siguiente historia en noches de tormenta, sobre un tiempo de hermosas mujeres misteriosas y criaturas malditas que se unían a ellas:

Paseaba por los cementerios

Oyendo la canción de los muertos

Sus pies descalzos pisaban la hierba

Del vetusto camposanto medieval


Las cruces proyectaban

Su sombra con la luna

Marfil sobre bronce

Era su luz contra su piel


Súbita, una sombra

Se instaló justo detrás

Ella intuyó algo, y se giro

Pero negra la oscuridad la envolvió


Despertó casi desnuda sobre una lápida

Y su piel se erizó con su frescor

Bello era su cuerpo, y su alma

La brisa nocturna sobre las dos


Su cuerpo tembló, un roce sintió

Su cuello rozado por manos oscuras

Que ella no vio


Humedad en sus pechos

Bajó desde allí

Su abdomen caliente

Con placer se arqueó


Suave, más abajo

Una lengua sintió

Adentro, en círculos

Su flor recorrió


Lento primero, después se aceleró

Y profundo sintió

Que él la penetro

Se hizo corpóreo,

Moreno vampiro,

Que riendo sus dientes enseño


Iki que en lengua antigua fue

“La que anda por cementerios”, no se resistió

El mordisco en su cuello

Con el orgasmo coincidió


Dos sombras recorren

El cementerio sombrío

Iki y el vampiro

De la mano van

Y por ti quizás vendrán

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