jueves, 26 de febrero de 2009

Muse & The Cat





Un pequeño gato vagabundeaba por la ciudad sin rumbo fijo. Había aprendido, como casi todos los gatos, a vivir en soledad. El gato albergaba sentimientos, pasiones y esperanzas en su pequeño corazón felino y en sus sueños cuando dormía; incluso cuando soñaba despierto bajo algún coche aparcado que aún coservaba calor de su motor tenía anhelos que pocas veces se había atrevido a compartir con nadie. Porque realmente, ¿quién hace caso de esos gatos callejeros solitarios, cuyos ojos han visto la otra cara de la ciudad, con tesoros y terrores que los habitantes no pueden conocer porque están demasiado ocupados en su vida de rutina, prisas y superficialidad? Nadie se detiene a mirar a esos gatos. Si no verían en sus ojos la vieja sabiduría, y podrían conocer la calidez que un gato callejero gris puede dar.

Pero había una persona especial que un día se detuvo a mirar al gato gris. Era una niña que tenía mucho de mujer, aunque muchas veces era al revés, una mujer que tenía mucho de niña. Una belleza con una cascada de madera oscurecida como cabello, unos ojos marrones casi verdes que escondían secretos y misterios como los del gato, unos labios capaces de ofrecer besos como joyas y un corazón como un diamante que latiera con pura vida. Él descubrió con el tiempo que ella era una Musa, un hada en la tierra. Una mujer de las que ya no existen, porque si el mundo conociera toda la Magia que encierra todos llorarían por haber dejado de creer en lo que sólo ven los niños, algunos poetas y locos, y claro, los Gatos.

La muchacha dio con el Gato por casualidad, o quizás fue al revés. Sobre esto la historia no dice nada. Lo cierto es que vieron las estrellas en sus ojos, y desde ese momento su destino iba a estar ligado para siempre. Se separarían alguna vez, pero ella siempre sabría que cuando lo necesitara iba a tener al Gato acurrucado en su regazo para darle su calidez y sus ronroneos, y el Gato sabía que ella siempre tendría una caricia, una fuente de apoyo, alguien con quien dormir y sentir el tacto y la Magia. La Musa entendía el lenguaje del Gato, y él empezó a contarle secretos que conocía, sentimientos e inquietudes que nunca habían ido más allá del oscuro callejón donde se refugiaba en la gran ciudad. Ella, por su parte le contó sus alegrías, sus penas, su búsqueda de una pasión que le acabó uniendo a ese gato. Compartieron sueños y vida. Sencillamente.


Gracias, mi bella Musa. Por hacer que crea en los sueños, por convertirme en un poeta “público”, por inspirarme, por ser parte de Diandra….por tantas cosas.

Te quiero. Siempre.

El Gato

1 comentario:

Anónimo dijo...

Solo puedo decir unas pocas palabra, bello, intenso, magico...
una vez mas vuelves a conmoverme, sigue escribiendo, mi poeta; sigue sonnando, gato; sigue amando, hombre; pero sobre todo, sigue viviendo, amigo, alma gemela...
te quiero
Djed